El diccionario de la Real Academia nos define lo sencillo como todo aquello que carece de exornación y artificio, y expresa  ingenua y naturalmente los conceptos. Todo aquello que no es complejo, todo aquello que surge de la simple idea de la necesidad.

Sin ánimo de ofender jamás a diseñadores, decoradores e interioristas contemporáneos, en este artículo presentamos sin complejos una lámpara que ilustra esa sencillez. Una lámpara de antaño que se caracteriza por no caracterizarse, que se presenta ante nosotros y nos hace ver que no existe más belleza en el mundo que la armonía de lo natural y lo útil. Están disponibles en forma recta y en forma inclinada.

Una lámpara fabricada de forma imperfecta con porcelana, urdida en la cabeza de algún diseñador de la época que debería estar más ocupado en otras cosas que en la labor de crear, pero que ideó una insignia.

Una lámpara de porcelana presente en miles de hogares de los años 30,40 y 50 y que hacía las veces de aplique de pared o de luz de señalización sobre las puertas.

Su diseño no tiene desperdicio alguno...de hecho no se nos ocurre como describirla sin caer en términos como simple, tranquila, segura y ante todo, funcional. Sin más complejidad que una bombilla roscada en ella.

La porcelana es una material que se ha venido utilizando en la industria de la iluminación por varias razones. La primera y más importante de ellas es que no es conductora de la electricidad. La segunda razón estriba en que la porcelana es tratable en moldes y hornos para darle la forma que deseemos. Uno de los encantos de las lámparas de porcelana, es precisamente su imperfección.

Así aquí las tenéis, una de cono recto y otra de cono inclinado, dependiendo del lugar en el que vayamos a colocarlas. Los apliques de porcelana son realmente sencillos de instalar, dos agujeros, dos tacos y dos tornillos.

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